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viernes, 17 de agosto de 2012

Homenaje a Raimundo Guthmann en el Hospital Zonal de Bariloche


Juan Pablo Guthmann descubriendo la placa en homenaje a su padre.



El 15 de agosto se realizó un homenaje al Dr. Raimundo Guthmann en el Aula Magna del Hospital (ver en este blog la entrada del 8 de junio: “Raimundo Guthmann”). Los expositores resaltaron su compromiso y participación en el Plan de Salud provincial de los años 70’s. Asimismo se colocó una placa recordatoria en el sector de Docencia, elegido por ser la docencia uno de los puntales de ese Plan de Salud. Participaron como expositores el Doctor Víctor Parodi -actualmente director del Hospital-, uno de los hijos de Guthmann –también médico- y el Dr. Antonio Capellari que fuera director del Hospital en los tiempos del Plan de Salud. 

Amigos y colegas presentes en el Homenaje al Dr. Raimundo Guthmann



Dres. V.  Parodi y J. P. Guthmann

El Dr. Víctor Parodi, habló de la participación fundamental que cumplió Raimundo Guthmann en el llamado “Plan de Salud para la provincia de Río Negro”, aportando una visión ideológica hacia la salud pública. 




Juan Pablo Guthmann con el Dr. Antonio Capellari

El doctor Antonio Capellari, quien compartió la dirección del hospital con él, recordó la figura de Guthmann y destacó que trabajó con toda la gente de Bariloche y se ganó un lugar como especialista en Tocoginecología. Llegó a ser muy demandado como médico tanto por la calidad de sus tratamientos como por la calidad de su relación con la gente. Él se ponía en el lugar del otro, dándole la jerarquía que debía tener, instando a tener empatía por el paciente. 





A continuación reproducimos las palabras de su hijo Juan Pablo Guthmann 

Quisiera en primer lugar agradecer, en nombre mío y de mis hermanos Claudio y Michel, a las personas que permitieron rendirle este homenaje a Raimundo Guthmann, nuestro padre. Luciano Matalon y Gregorio Loewe, compañeros de escuela secundaria y amigos de toda la vida, que tuvieron la idea y luego la impulsaron; Dr Luis Caride, que trabajo con él en el hospital a principios de los años 70, quien realizo las gestiones ante las autoridades del hospital; el Dr. Victor Parodi, director del hospital que autorizo y apoyo este proyecto. Quisiera también agradecer a todos los presentes, autoridades, familia, amigos y todos aquellos que conocieron o trabajaron con Raimundo, más conocido como Raym por familiares y amigos.
Es para nosotros muy importante estar presentes en este dia en que se rinde este homenaje. El hecho de que se reconozca el lugar que Raimundo Guthmann ocupo en la vida de Bariloche es para nosotros, sus hijos, algo que nos llena de emoción y de orgullo. El, que llego en 1957 a este pueblo donde todavía no había ningún ginecólogo, que atendió a tantas mujeres y «trajo al mundo » a tantos chicos y chicas que 50 años más tarde lo siguen recordando con tanto cariño, como podemos comprobarlo cada vez que volvemos a Bariloche. Raimundo era una persona modesta, nunca busco ni la fama, ni los honores. Poco antes de morir, yo le pedí que me contara cuales eran para él las etapas más significativas de su vida porque, le conté, pensábamos escribir después de su muerte una pequeña nota recordando quien había sido. « Poca cosa », me contesto. « Poné que fui jefe del servicio de maternidad del hospital y miembro de la junta directiva del Club Andino », me dijo cuando nosotros sabíamos que en realidad había participado en tantas otras cosas. Sin embargo, pensamos que en el fondo el habría estado contento de saber que la comunidad de Bariloche y del hospital se reuniría después de su muerte para recordarlo y reconocer el lugar que ocupó en la historia de esta ciudad.

Me siento también emocionado porque estar aquí en este hospital me llena de recuerdos de infancia. Hace más de 40 años nosotros acompañábamos a nuestro padre en las visitas que él hacía cada domingo por la mañana, en lo que es ahora la parte más antigua de este hospital. En general nos dejaba en la sala de espera donde a veces una mujer ciega que creo que vivía en el hospital y que no se si todavía vive, Honoria se llamaba, se quedaba con nosotros, o donde de vez en cuando venía a saludarnos Balbina, partera si mal no recuerdo. Las visitas duraban a veces media mañana, y después nos íbamos a una de las galerías de la calle Mitre donde nos metíamos en la confitería Gustavo Primero donde nos convidaba con una gaseosa, después de lo cual volvíamos a nuestra casa de Melipal. Creo que el domingo por la tarde era el único momento en que él se desconectaba completamente de su trabajo del hospital y del Sanatorio Cumelen en el barrio Belgrano, donde también trabajaba.

Ejercia su trabajo de médico con gran consciencia profesional, como pudimos comprobarlo también mas tarde en Francia. Siempre tuvo gran dedicación y un gran compromiso con sus pacientes. En esos años de Bariloche, era frecuente que durante la noche lo vinieran a buscar en auto del hospital para atender un parto (en esa época la línea de teléfono todavía no llegaba al barrio Melipal). Recuerdo también algunas veces en que lo vinieron a buscar para atender una paciente en Pilcaniyeu o Ingeniero Jacobaci. Pero no solo fue un médico clínico comprometido con sus pacientes, tenia también una visión de salud publica donde aspectos como el mejor acceso a la atención en salud o la medicina preventiva ocupaban un lugar importante en su reflexión y en su práctica. Fue él quien creó la consulta en contracepción, quien introdujo la detección del cáncer ginecológico y participo en las campañas de la Liga Argentina de Lucha contra el Cancer (Lalcec) en Bariloche. Fue en el año 1974 y fiel con ese compromiso que participo con entusiasmo, junto con muchos otros médicos, en el Plan de Salud de la Provincia de Rio Negro. Nosotros tuvimos oportunidad de conversar con él de aquellos años de grandes ilusiones, con médicos idealistas como él que habían ingresado al hospital por concurso y que habían decidido dedicarse al 100% al trabajo hospitalario. De esa época le habían quedado buenos recuerdos, aunque sobre todo le había quedado una gran amargura por el fracaso de esa experiencia única que, junto con el deterioro de la situación política del país, modificaría definitivamente su destino profesional y personal, como el de toda nuestra familia.

Esos años que van del 74 al 76 son años de gran compromiso profesional y de militancia política, de largas jornadas fuera de casa. Y con el deterioro de la situación política, un ambiente que debía ser cada vez mas angustiante para nuestros padres. A pesar de que ellos hacían todo lo posible para protegernos de esa situación, yo que tenía 14 años en esa época aun guardo recuerdos muy nítidos de ciertas situaciones y de ciertos diálogos que tuvimos con él. Me acuerdo por ejemplo cuando nos conto que lo habían amenazado de muerte, y que nos lo contaba por si algún compañero de colegio nos lo mencionaba, aclarándonos que para él eran solo amenazas pero que no teníamos nada que temer. También recuerdo cuando nos conto que lo habían acusado de esconder armas en el hospital, y después caminando con él en el pueblo, cuando personas que él había atendido durante años le preguntaban sorprendidas si era verdad lo que contaban los diarios. Muchos recordarán también el episodio de las bombas en Bariloche, una de las cuales fue puesta en nuestra casa. De toda esta situación él volvió a hablar con mi hermano Claudio pocos meses antes de morir, recordando el rápido deterioro de las condiciones de trabajo y seguridad en el hospital y que finalmente habían determinado su salida del hospital. Parece que la cosa fue así: ante una agresión de que había sido víctima, los médicos habían decidido protestar y presentar su renuncia en solidaridad con él. El había aceptado a pesar de que temía que las autoridades le tendieran una trampa, y así fue puesto que su renuncia fue la única renuncia aceptada, y así, en la práctica, mi padre fue echado del hospital.

Después del Golpe de Estado, su esposa y compañera de toda la vida, Mariluz Pérez Aguirre, nuestra madre, que era Vice Rectora del Colegio Nacional Ángel Gallardo, fue declarada cesante por la nueva dictadura militar, muy injustamente y simplemente por ser la esposa de ese médico comprometido, y a pesar de haberle dedicado toda su vida a la enseñanza pública. Mariluz tuvo un rol muy importante en la vida de Raimundo y en particular en esos años, un apoyo total y permanente en ese periodo de amenazas y de persecución. Ella fue su fiel respaldo también en las posteriores etapas de su vida, en la adaptación a la nueva vida en Europa y en esa lucha para volver a empezar todo de nuevo y sacar adelante a la familia.

En diciembre de 1976 Raimundo se va de Bariloche y de la Argentina para radicarse en Francia, el país donde había nacido. Hace poco tiempo supimos por alguien de nuestra familia que él no se quería ir, que confiaba en que las cosas mejorarían y que fue finalmente convencido por hermanos y cuñados que decide irse al exilio, apoyado por Mariluz. Es en la ciudad de Grenoble donde la familia se instala, porque es ahí donde Raimundo tiene un amigo que quizás lo ayude a encontrar trabajo, y también porque, según nos conto, piensa que las montañas y los bosques nos recordaran Bariloche y nos ayudaran a adaptarnos. En esa nueva vida que empieza, la primera dificultad es encontrar trabajo. Mariluz se inscribirá en la facultad, obtendrá una licenciatura y luego de algunos años terminara trabajando como profesora de castellano y de literatura en la Universidad de la Tercera Edad. Raimundo, que tiene que revalidar su título de médico, trabajara durante más de un año como técnico de laboratorio. Son largas jornadas donde se levanta a la madrugada para estudiar antes de irse al trabajo. Con el reconocimiento de su titulo y la obtención de la especialidad de geriatra empieza una nueva carrera profesional donde ejercera la medicina general en su consultorio y la geriatría en el hospital de Grenoble y como jefe de una institución para personas de la tercera edad. El nos contaba lo enriquecedor que había sido para él empezar esa nueva vida profesional con tantos nuevos desafíos. Fueron su naturaleza siempre optimista, su vitalidad, su enorme energía para emprender nuevas acciones, su capacidad de involucrarse con pasión en nuevos proyectos , su compromiso con la gente y su capacidad de trabajo y de entrega que le iban a permitir, no sin esfuerzo, abrir nuevos caminos y salir adelante. Serán más de 15 años de grandes satisfacciones personales y profesionales, años también marcados, junto a Mariluz, por una intensa actividad a favor de los derechos humanos, como miembros y militantes de Amnistía Internacional.

Esa actividad militante la seguirán teniendo hasta el final de su vida en Lauris, el pueblo del sur de Francia donde se habían construido una casa en el año 1995, luego de jubilarse. Una casa diseñada por mi hermano Michel, arquitecto, que ellos habían llamado La Querencia y a la cual estaban tan apegados. Sera la última etapa de su vida, la cuarta después de Buenos Aires, Bariloche y Grenoble. Seguirán emprendiendo nuevos proyectos y llevaran una vida social y familiar intensa, disfrutando de la presencia de hijos y nietos, paseos en la montaña con el grupo de caminantes del pueblo, viajes a la Argentina donde habían conservado tantos y tan buenos amigos, y una relación con nuestra familia que a lo largo de los años no se había vuelto menos estrecha. Es en La Querencia que fallecerá Mariluz en diciembre del 2009, un hecho que lo había deprimido mucho pero que él había logrado superar, como había superado tantas otras situaciones adversas. Estaba emprendiendo esa nueva etapa de su vida cuando en diciembre del 2011 le diagnosticaron un cáncer de páncreas avanzado. Cuando salían de la clínica donde acababan de hacerle el diagnostico, es él que le levanto el animo a mi hermano Claudio que lo
acompañaba. « No estés triste », le dijo, « que 82 años no es mala edad para morirse ». Ese fin de año lo pasamos todos juntos en familia en Paris. Queda el recuerdo de esa foto donde él sonríe y brinda por el nuevo año. Luego de ese momento, tuvimos la suerte de poder acompañarlo permanentemente durante esos cuatro meses que duro la enfermedad. Fueron meses intensos, de dialogo e intercambio, donde el siguió intelectualmente tan activo como siempre, siempre interesado en la actualidad política francesa e internacional, leyendo libros y periódicos, ocupándose de su jardín y militando en defensa de los derechos humanos en el mundo hasta el final. El nos contaba que había tenido una vida rica y plena y que no le tenía miedo a la muerte, que consideraba como la última etapa normal de la vida. Siguio pensando ésto hasta el final y enfrento todo éste último periodo con gran entereza y serenidad, hasta el día de su muerte en La Querencia el 10 de mayo de este año.

Días después subimos en familia a la montaña del Luberon, no lejos de La Querencia. Siguiendo sus instrucciones, esparcimos su cenizas, junto con las de Mariluz, en aquel lugar. Ambos habían sido grandes amantes de la naturaleza, miembros del Club Andino Bariloche donde Raimundo había sido miembro de la Comisión directiva y de la Comisión de Auxilio, y uno de los fundadores de la Escuela Juvenil de Montaña, y del que era miembro vitalicio. El pensaba que volver a la tierra era contribuir con el proceso de renovación de la naturaleza. Es en ese bosque hermoso de cedros azules con vista al extenso valle del rio Durance sembrado de viñedos que nos despedimos de ellos por última vez. Es en ese lugar, en ese día soleado de primavera, donde se termina la historia de Raimundo Guthmann. Nos queda el recuerdo de un ser bueno y generoso, de un buen padre, un hombre idealista, comprometido y consecuente.

Juan Pablo Guthman






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